viernes, 28 de diciembre de 2012

El Belén Viviente visto por una madre


Son las tres de la tarde, hay que apresurarse, un chaleco y unos leotardos encima de la pequeña cama, indumentaria necesaria para llevar. El camino que tantas veces recorremos durante el año ahora se nos antoja distinto, lleno de preguntas, de sobreexcitación; nos vamos encontrando en ese recorrido a madres y pequeños que tienen el mismo destino, la puerta negra del cole. Son las cuatro menos diez, nos agolpamos mayores y niños con la vista fija en la reja, esperando aparecer a algún religioso, a un Padre Blanco para que abra la puerta de la ilusión un día más.

Entre carreras y risas, los pequeños se vuelven a reunir ante la entrada del comedor a la espera del reparto de papeles, mientras las madres vamos entrando para empezar a organizar. Unos veinte minutos de idas y venidas, desvistiendo y vistiendo a niños y niñas, que por un instante se convierten en nuestros propios hijos. Túnicas y paños que colocar, la búsqueda de la alpargata perdida. Todo un maratón sincronizado.

Todo va saliendo como si de un ensayo harto preparado se tratara, y cada día es distinto, las madres no somos las mismas y los actores tampoco, pero existe una Mano Divina que hace que diariamente todo funcione.

Poco a poco, los niños van terminando de vestirse, los mayores de maquillarse… te parece mentira de cómo ha pasado el tiempo: esos niños que hasta hace poco hacían los papeles de pastores o de pueblo, ahora se visten de San José, de Virgen o de Herodes, y con que facilidad cambian su chaleco de marca por una simple túnica o sus deportivas Nike por unas alpargatas.

Pasados esos veinte minutos, todo está casi listo, algún imprevisto de última hora, una horquilla por aquí, un imperdible por allí, una cinta que se suelta... y siempre todo te lo piden con un… ”por favor, me ayuda” y ante esa sonrisa de agobio, vuelves a soltar el bolso y te agachas a sujetar el dobladillo descosido.

Y aunque parezca que tu misión ha acabado aquí nunca más alejada de la realidad, ahora empieza la tarde. Mientras los pequeños ensayan y dan los últimos retoques, las madres comenzamos a repartirnos: en la cocina nos esperan un centenar de bocadillos que más tarde merendarán los “actores”. Hay que repartir las bolsas de los donativos, de los caramelos y los trípticos con la historia del Belén, y cada madre a la puerta que le toque.

Cuando empieza a llegar el público, te emocionas ante las caritas de los niños que nunca han visitado nuestro Belén, de las sonrisas de los padres, de las palabras de los abuelos que te dicen “otro año más que estoy aquí”. Y un día más, nuestro polideportivo cobra vida, transformándose en un pueblo. El acontecimiento del Nacimiento del Niño Jesús se hace realidad en el Colegio San José, el de los Padres Blancos.

Va transcurriendo la tarde y cuatro sesiones han finalizado, sólo queda la última y nos alegramos de lo bien que ha salido todo, las bolsas de los donativos pesan, aunque siempre se nos antoja que deberían pesar un poco más.

Ahora, de vuelta al comedor, volver a vestir a los niños, recoger la ropa y colocarla en su sitio,  el tranquilizar a los pequeños que se agolpan a tu alrededor buscando sus deportivas. Ha terminado el día de hoy. Solo queda la despedida, un beso, un guiño, un “que bien has estado cielo”, una broma con los monitores de teatro.  Le dices adiós a los mayores, a los pequeños,  a profesores, a las demás madres, hoy olvidamos nuestras funciones en el centro y todos somos colaboradores.

El patio de columnas vuelve a llenarse de padres recogiendo a los niños, te preguntan: -¿cansada? - Algo, pero merece la pena. Porque si de todo lo contado, se puede sacar algo, es que realmente merece la pena estar allí, de echar una mano, de ver las caras de los más pequeños con su sonrisa, de las bromas de los mayores, del cariño de los monitores y profesores, de la complicidad con la dirección, de la amistad con el resto de las madres.

Ya en casa, quitamos los leotardos llenos de serrín para lavarlos, mientras tu hija te cuenta las anécdotas de la tarde y mientras ves como el sueño y el cansancio le vence. “Ves mi niña, acuérdate de tus comienzos, cuando eras la pequeña hija de los narradores, han pasado los años y tu cuerpo crece para que nuevos personajes vayan viviendo en ti. Cada año que el Niño Dios venga a nacer entre nosotros, el Belén de los Padres Blancos, volverá  a cobrar vida”.

Nuria.               
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...